Rotary: El Liderazgo, el Espejo y el Proyecto Humano
A veces creemos que estamos listos para liderar… hasta que el liderazgo nos pone frente al espejo. Eso fue exactamente lo que me sucedió durante este año como gobernador.
Antes de asumir el cargo, hice todo lo que se espera de un líder responsable: realicé los cursos del Centro de Formación, estudié manuales, analicé planes estratégicos, busqué referentes y, sobre todo, consulté a mi padre.
Mi padre es un rotario ejemplar, no por los cargos que tuvo, sino por su forma de vivir la ética del servicio. Me escuchó en silencio. No me dio instrucciones, me dio historia: el libro de los 100 años de Rotary, el de la fundación Rotaria, documentos, manuales rotarios de hace más de dos décadas, llenos de subrayados y anotaciones personales.
Lo que me estaba entregando no eran herramientas, era un recordatorio: Rotary es más profundo que una estructura. Es un propósito.
Y, sin embargo… fui crítico.
Durante mi preparación, releí
La República de Platón. Y me pregunté si Rotary no se había alejado de su ideal original: una comunidad guiada por la virtud y orientada al bien común. Luego, encontré la teoría de la Anaciclosis de Polibio —ese ciclo en el que toda forma de organización se degenera con el tiempo— y pensé: ¿no está Rotary también atrapado en esa rotación?
Lo que alguna vez fue hermandad, a veces parece protocolo. Lo que fue liderazgo de servicio, a veces se convierte en disputa por títulos. Lo que fue causa, a veces se convierte en evento.
Sí, fui crítico de Rotary.
Pero lo fui sin mirar el espejo.
Ese espejo llegó más tarde, ya en el ejercicio del cargo; llegó en los desacuerdos silenciosos; en la energía que se desgasta disolviendo egos; en las reuniones donde se habla mucho, pero se escucha poco. Y entonces me vi… Me vi en todo lo que criticaba.
Comprendí que Rotary no necesita más observadores, necesita ejemplos, y que el cambio empieza dentro de uno mismo. A partir de ahí, empecé a leer de otra manera.
Robert Putnam me ayudó a entender que las organizaciones mueren cuando se pierde el capital social: la confianza, la pertenencia, la colaboración.
David Pastor Vico me recordó que la ética no es un adorno institucional: es la columna vertebral del comportamiento colectivo.
Ray Dalio me confrontó con su “verdad radical”: si evitamos la incomodidad, no hay aprendizaje; si escondemos la realidad, no hay transformación.
Y entonces, volví a Marco Aurelio. Sus
Meditaciones me hicieron entender que liderar no es mandar, es gobernarse a uno mismo; que el poder, sin virtud, se convierte en ruido; y que la paciencia, la humildad y la firmeza no son debilidades, son las herramientas silenciosas del liderazgo auténtico.
Finalmente, llegué a
Biografía de la humanidad, de José Antonio Marina, y ahí, vi el marco completo. La historia humana, dice Marina, no es sólo un avance tecnológico: es un proyecto ético compartido. Y Rotary —si no olvida su origen— puede seguir siendo parte de ese proyecto.
No obstante, las mejores respuestas no vinieron de los libros: vinieron de ustedes, de los clubes, de las personas. Vi a una socia, con 30 años de trayectoria, seguir sirviendo como el primer día: sin buscar reconocimiento. Vi a un club con seis socios rehabilitar una escuela sin presupuesto, pero con corazón. Vi a jóvenes quedarse en Rotary, no por los cargos, sino porque sintieron comunidad.
Y comprendí: Rotary sigue vivo, pero no como estructura; sigue vivo cuando lo encarnamos, cuando lo habitamos, cuando lo hacemos real.
Hoy, al cerrar este periodo, no tengo todas las respuestas; en cambio, tengo una certeza profunda: Rotary sí es una solución, aunque no lo será por lo que decimos, lo será por cómo decidimos vivir.
Es por eso que te invito a mirar tu propio espejo, a preguntarte, con honestidad:
- ¿Estoy aquí por vocación o por comodidad?
- ¿Estoy liderando con humildad o con orgullo?
- ¿Estoy construyendo el Rotary que el mundo necesita… o solo conservando el que ya conozco?
Si respondemos con verdad, entonces todavía hay esperanza, porque Rotary no cambia el mundo, cambia a las personas. Y cuando esas personas viven con coherencia, el mundo empieza a cambiar.
